Lo que estabas buscando, justo aquí.

El parque, el niño y yo.

Me he dispuesto a recorrer de nueva cuenta un lugar que me vio crecer, y fue cómplice de mis juegos y travesuras: el parque Morelos. Mientras caminada, recordaba momentos de mi infancia, aquel infante disfrutando de la mano de su padre una nieve, aquella tradicional y refrescante, que era el premio por una buena nota.

Estos sueños se desvanecen con rapidez conforme avanzas en el camino hacia el parque, aún faltan tres calles para el encuentro y es inevitable ver los estragos producidos por aquel boceto nunca terminado, la controversial “Villa Panamericana/Proyecto Alameda”. Quien planteo la construcción de villas donde se hospedarían los atletas que vendrían al encuentro deportivo próximo a realizarse en la ciudad de Guadalajara (Juegos Panamericanos 2011).

De frente al coloso, lo único que salta a la vista son locales comerciales con las cortinas cerradas, letreros de <<SE VENDE>>, casas abandonadas, una manzana completa en la cual solo se ve tierra y restos de lo que solían ser casas. Unos cuantos sobrevivientes inesperados: una nevería, una casa, un par de bares; siguen ahí, de pie, como islas en medio de un mar de terrenos vacíos y llenos de maleza; como indiscutibles vencedores ante una batalla contra la demolición.

El panorama no va a cambiar mucho por más que busques. Los árboles manchados por el excremento de las aves, las fuentes abandonadas, inservibles y llenas de agua sucia, los prados con pasto amarillento o tierra será la vestimenta que hoy usa el vedado.

Si decides a seguir caminando a pesar del recibimiento, tienes que tener cuidado y estar alerta ante los ocasionales motociclistas que encuentran en los caminos del parque una vía rápida para ir de un extremo a otro, el sonido del claxon será la alerta antes de sentir la ráfaga de aire dejada tras la veloz fuga del conductor.

Unos pasos más adelante, en la parte trasera frente de la Cruz Roja te encuentras con lo que solía ser un área de juegos infantiles. Aunque todavía recibe el mismo nombre, no verás a un niño pedirles permiso a sus padres para ir a jugar. De hecho, es muy probable que ni siquiera te encuentres a un niño en los alrededores.  Hace años aquella zona de juegos se veía cuidada, activa, con niños. Ahora los juegos están ahí, parados, olvidados, acumulando óxido a través de los años.

Si le preguntas al “supuesto” encargado de mantenimiento, un hombre  muy simpático, habido en el habla y la conversación, te asegurará mil y un veces que los juegos todavía funcionan. Pero la vista parece decir otra cosa, los caballos del carrusel lucen despintados y parecen guardar tanto óxido que no sabes si creerle o no.

El kiosco no se puede apreciar realmente porque lo están remodelando. De él cuelga una lona que muestra los proyectos pensados para la remodelación del jardín. Miras alrededor y todas las bancas están ocupadas por señores de edad, no hay una sola mujer, tampoco niños.

El rostro cambiara si te acercas a la Calzada Independencia, caminando por el “pabellón de los bustos” el panorama se transforma. Los prados se ven verdes, incluso algunos tienen flores. Tal parece que los encargados de Parques y Jardines solo arreglan lo que más está a la vista, procurando como dice un anciano presente “solo por donde pasa la suegra”.

Ver el Parque Morelos y sus alrededores a mediodía, te muestra un panorama completamente distinto a como se vería en la noche. No es recomendable ni usual transitar cuando la luz baja, según vecinos cuando el sol se oculta, el parque es invadido por prostitutas, borrachos, drogadictos y amantes de lo ajeno. Los que ante los ojos de la mayoría de la sociedad, son ahora los verdaderos dueños de aquel predio.

Al final del recorrido, me voy con las manos en los bolsillos del pantalón, sabiendo que esos recuerdos de infancia se quedaron  junto con la época de oro del parque, en el pasado.

-Juan Manuel Villarreal Arellano